lunes, 24 de octubre de 2016

LOS GOBERNADORES MEXICANOS NO SABEN GOBERNAR.

La ausencia de políticos con compromiso social y con experiencia de gobierno ha sido una falla estructural en Mexico, desde el nacimiento de nuestro país. Pero si en un renglón se observa mas claramente esta falla es en los gobiernos estatales. En efecto, el 31 de Enero de 1824, se firmo el Acta Constitutiva de la Federacion Mexicana y con ella surgió nuestro país como nación independiente, federal y democrática. Nos incorporamos a la vida independiente sin experiencia de gobierno. De 1521, que fue la caída de la gran Tenochtitlán, hasta la firma de los tratados de Iguala en 1821, los mexicanos no teníamos conocimiento del arte de gobernar. Los españoles nos habían alejado de esta experiencia. Unicamente a raíz de establecimiento de las diputaciones provinciales por la Constitucion de Cadiz de 1812, se generaron un especie de autogobierno en varias entidades del país, un numero muy reducido de mexicanos accedieron por el breve tiempo que duro la vigencia de esta Constitucion al conocimiento los asuntos públicos. A los criollos les estaba prohibido el conocimiento de la cosa publica, salvo excepciones, como el Cabildo de 1808 de la Ciudad de Mexico. Si, no sabíamos como gobernarnos, a diferencia de los sajones, quienes crearon las 13 colonias americanas, porque querían auto gobernarse. Ese ha sido uno de los grandes defectos de los gobernantes nuestra nación, no saber como gobernar. Pero ademas, en lugar de aprobar una republica central, como bien alego Fray Servando Teresa de Mier, en el constituyente de 1824, nos aferramos a la propaganda norteamericana impulsada por el embajador norteamericano Poinsset y sucumbimos a la idea tentadora y romántica de ser una republica federal. Ese es desde entonces nuestro fardo histórico, sin experiencia empezamos a mal gobernar una nación con un sistema de gobierno complejo y ajeno a nosotros. Han pasado casi doscientos años del surgimiento de la republica federal y los temas son los mismos. Vivimos un federalismo inexistente, que nos empeñamos en defender a pesar de su evidente ausencia y sufrimos gobernadores de los estados, en su gran mayoría, que no saben gobernar. Si, así de sencillo, ese es parte importantísima de nuestros problemas, nuestros gobernantes aun no saben gobernar. Que enorme tragedia para los mexicanos. En el siglo XIX, primero de nuestra independencia, los gobernadores fueron impuestos desde el centro, por Santa Ana, o Juarez o por Lerdo de Tejada o por Porfirio Diaz, muchos de ello eran designados gobernadores como pago a sus acciones militares, no importaba si desconocían como gobernar, se les asignaba un territorio para que se hicieran ricos y mantuvieran lealtad al Presidente en turno. Así de sencillo. En el siglo XX, el siglo de la revolución Mexicana, en la primera parte de la institucionalización del poder, los jefes militares regionales asumieron el control de sus estados. Calles, Adolfo de la Huerta y Obregon, Sonora; Abelardo Rodriguez Baja California; Jara, Veracruz; Mujica y Cardenas, Michoacan; Portes Gil, Tamaulipas; Gonzalo Santos y Saturnino Cedillo, San Luis Potosí; los Avila Camacho en Puebla, Chihuahua y Durango Francisco Villa; Coahuila , los hermanos Gutierrez, Eulalio y Luis; Salvador Alvarado, Yucatan, etcétera. Nadie sabia gobernar, eran pequeños agricultores, maestros, profesionistas liberales, pequeños comerciantes, maestros, pero todos ejercieron el poder en sus regiones como verdaderos caciques y dictadores. No sabían gobernar pero ejercieron el poder intuitivamente, la mayoría pensando en hacer la revolución a su manera, pero todos se enriquecieron y a sus familias también. En la ultimo tercio del siglo XX, el advenimiento de la clase media y de la exigencia de pluralidad, los perfiles fueron cambiando. El Presidente en turno enviaba a los estados a sus amigos, a sus compañeros de escuela, a los miembros de su gabinete. Echeverria a Biebrich en Sonora, Figueroa en Guerrero; Lopez Portillo a Roberto de la Madrid en nuestro estado, Velasco Ibarra en Guanajuato, entre otros. En esta etapa, el presidencialismo en su esplendor, se ejercía un control difuso, pero efectivo de los gobernadores, los corruptos, o los pendejos, de plano, era destituidos, el Gral. Moreno Valle en Puebla: Florencio Salazar en San Luis Potosí; Otoniel Miranda en Hidalgo; Biebrich en Sonora, por solo citar unos ejemplos. El Presidente en turno los destituía y punto.
Al llegar el panismo al poder, 2000-2012, se acabaron los controles, los gobernadores en turno se dieron rienda suelta e impusieron a sus sucesores, normalmente al mas disciplinado, el que les aseguraba impunidad a sus actos de corrupción, el menos independiente y también, el menos preparado. Sin la intervencion del Presidente de la republica en turno, lo que Jose Lopez Portillo, llamo el fiel de la balanza; es decir el poder que en una instancia definia quien era el mejor candidato, el Presidente del PRI en ese momento, no supo o no quizo o no pudo suplir esa ausencia de poder y, ademas, sin dinero, pues el PRI habia silo multado con una enorme suma de dinero, se les hizo mas facil dejar que cada gobernador decidiera y pagara su sucesion. Durante esta época solo destacan Jose Murat en Oaxaca, Ricardo Monreal en Zacatecas y Pablo Salazar en Chiapas, quienes llegaron a base de trabajo político, popularidad y compromisos con sus votantes, salvo estos notables ejemplos, llegaron al poder jóvenes ansiosos de poder y riquezas sin compromiso social,
de ahí los Duarte, los Padres; los Sabines; los Medina, los Borge, los Sandoval, estos gobernadores, los únicos merecimientos que tenían era su cercanía con el gobernador que dejaba el poder. Fueron nombrados para que cuidaran las espaldas a los que se iban. No eran los mejores ni los de mayor compromiso. La mayoría de ellos sin antecedentes políticos, sin experiencia. De ahí los resultados. Corrupción, desgobierno y despilfarro de recursos. Si amigos, la falta de gobernadores que sepan gobernar y tengan compromiso con sus regiones es nuestra tragedia. Esa es una de las principales causas de nuestro atraso como nación.

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